domingo, 4 de enero de 2009

Totalitarismo del SXXI: las nuevas formas de control social

Desde que existe la sociedad y las primeras formas primitivas de poder, este se manifiesta mediante los mecanismos de control y represión social. La relación asimétrica entre la oligarquía (minoría dominante) como élite enfrentada al pueblo (mayoría dominada) ha marcado la pauta de todas las civilizaciones. Desde Platón hasta Zapatero -pasando por Napoleón, Stalin o Nelson Mandela- todos los modelos políticos propuestos o ejecutados por los estadistas han llevado a la práctica ciertos mecanismos de control social: una minoría vigilando y controlando a una mayoría, dictando las normas de pensamiento y comportamiento.
La forma clásica de vigilancia y uniformización de la sociedad es el PANÓPTICO. Se trata del modelo en el cual "pocos observan a muchos", es decir, la minoría poderosa vigila y controla a la mayoría despoderada. Se trata de un mecanismo de control social que necesita suscitar la falsa sensación de una vigilancia permanente (pues es físicamente imposible que pocos vigi
len a muchos). El panóptico inventó la disciplina, una imposición de la norma social provocada por el temor de la mayoría a la represión de una minoría invisible.
El panóptico es el catolicismo (Dios, que todo lo ve y castigará a herejes, infieles y pecadores); es el Leviatán (filosofía política hobbesiana), pero también es el motor del capitalismo. Una sociedad capitalista -de inspiración protestante que reverencia el trabajo y sus frutos- necesita disciplina para
prosperar, pues es imprescindible que cada trabajador funcione como una pieza de precisión dentro de la maquinaria productiva. La ideología -en el sentido más marxista y peyorativo del término- es una de las claves para este menester. La arquitectura de fábricas y centros penitenciarios (un módulo central que sirve para vigilar desde la invisibilidad a las galerías de presos) también es una manifestación tangible del panóptico.

Antigua carcel de Carabanchel (Madrid), para el control de presos políticos y sociales del Franquismo

El Siglo XX asistió a la culminación más certera, perfecta y atroz del panóptico: los totalitarismos. Estos regímenes políticos depuraron con tanta maestría el arte de la disciplina y el control social que prácticamente llegaron a anular la subjetividad individual de la mayoría dominada. La derrota del totalitarismo -que fue estrictamente militar, que no ideológica- visibilizó socialmente la fobia al "Gran Hermano", al ojo que todo lo ve, al panóptico que anula la conciencia individual y ejerce su represión social. El poder tuvo que cambiar sus mecanismos de control. El Leviatán ya no era posible.
Así pues, la postdemocracia actual ofrece nuevas amenazas, nuevas formas de control social mucho más sutiles y sofisticadas. Ahora es el tiempo del SINÓPTICO. Se trata del modelo en el que "muchos observan a pocos". Se invierte el esquema clásico y ahora es la mayoría dominada la que observa a la minoría dominante, lo que en la práctica supone una forma de control social de los segundos hacia los primeros. La máxima expresión de esa observación colectiva la vemos hoy en el papel que juegan los líderes de opinión en nosotros, a través de los medios de comunicación.
El sinóptico es una disolución de lo privado en lo público, una definición de la pauta social por parte de la élite, que dicta lo que es importante y lo que no. Esto es propio de una nueva sociedad, que no es capitalista en el sentido original del término pues no valora a los individuos por lo que producen sino por lo que consumen. Así pues, el control social se impone por criterios consumistas, en el que la masa -una masa de sujetos individualizados- discrimina unos valores y ensalza otros en virtud de lo que define el mercado, sus mitos y sus relatos simbólicos: publicidad, medios de comunicación, redes sociales por Internet...
El sinóptico existe en la sociedad de la imagen y el espectáculo, en la sociedad neobarroca. Figuras como la del "trendsetter" -el buscador de tendencias- están al servicio del sinóptico. Son los intermediarios entre la minoría invisible que decide "lo que se lleva" y la mayoría social que lo acata inconscientemente. Asimismo, las sofisticadas técnicas de "minería de datos" (algo de lo que hablaré otro día con más detenimiento) configuran una red de vigilancia en el que los ceros y unos de la información fluyen y configuran modelos que luego definen tendencias (y consumo).
Así pues, cada día los individuos retienen parcelas más y más pequeñas de autonomía y de información personal; al tiempo que lo íntimo cada vez vale menos, pues se define por modelos más homogéneos y clonados por los mismos patrones de consumo.
En definitiva, la amenaza del Leviatán ya no está de moda. Ahora se lleva el Facebook.

No hay comentarios: