domingo, 8 de noviembre de 2009

Piratas

Secuestros marítimos como el del pesquero Alakrana han reavivado en la esfera pública una realidad incómoda y desconocida hasta ahora: la piratería del S.XXI. La piratería es un fenómeno que históricamente define comunidades que vivían al margen del Estado y sus normas en el S.XVI, y que por tanto eran calificadas de delincuentes por los poderes estatales. Yo diría que se trata de una especie de protoanarquismo, de un proyecto de vida basado en la ausencia de ente estatal que sólo era posible en los espacios de la tierra que no pertenecían -de una forma u otra- a un Estado: los mares y los territorios remotos sin colonizar (como las míticas islas donde estos hombres y mujeres instalaban sus refugios y escondían sus botines).
El fenómeno a día de hoy, año 2009, no es tan diferente. Los piratas que secuestraron el Alakrana (y otros muchos barcos) operan en alta mar, en aguas internacionales, y se refugian en Somalia, un país que encabeza la lista de los "Estados fallidos", es decir, Estados que sólo son tales nominalmente ya que en la práctica son incapaces de aplicar las leyes sobre todo su territorio y de ejercer exitosamente el monopolio de la violencia física legítima, que diría Max Weber.


La piratería, connotaciones de la palabra aparte, solamente define actividades que se desarrollan al margen de la Ley, en el caso de los piratas somalíes, de la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar. La Ley es propia de los Estados, y en sociedades sin Estado no puede haber Ley, por lo que la calificación de "pirata" es totalmente relativista: "piratas" según España, "piratas" según Europa...
Parece claro que la mejor forma de erradicar esta piratería sería la consolidación de un Estado en Somalia que dictara y ejecutara leyes contra este tipo de delincuencia en sus aguas y en su territorio. No obstante, resulta paradójico que la ausencia de poderes estatales que ha favorecido la piratería también ha facilitado que pescadores occidentales esquilmen de atunes las aguas del cuerno de África sin ningún tipo de regulación y forzando a los pescadores autóctonos a cambiar su forma de ganarse la vida (por ejemplo, mediante la piratería).
Es algo parecido a lo que sucedía y sucede en la costa gaditana: modernísimos barcos pesqueros japoneses se llevaron los atunes y desmadejaron las almadrabas tradicionales, una de las causas de que muchas familias de municipios como Barbate reconvirtieran su actividad, pasando a pesca
r alijos de narcotráfico en las aguas del Estrecho.


Para nosotros -europeos, españoles- con la Constitución y las leyes en la mano estos negritos "muertos de hambre" son piratas, pero tal vez para ellos, los pescadores vascos que fueron a llevarse los atunes -burlando leyes que Somalia no fue capaz de aplicar- también son piratas (palabra que, por cierto, viene del griego πειρατής, "yo intento, me aventuro"). Como ya dije, se trata de un término muy relativista: Sir Francis Drake era un pirata para la Corona Española y un caballero para la Reina de Inglaterra. En todo caso, las palabras a veces tienen significados y connotaciones muy relativas.

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