domingo, 26 de julio de 2009

Una piedra en el zapato

Esta semana ha saltado a la palestra pública la polémica por la visita del ministro Moratinos a Gibraltar, el único vestigio colonial del Primer Mundo. Rasgándose las vesdiduras unos y ninguneando la cuestión otros, lo cierto es que en trescientos años de ocupación es la primera vez que un Gobierno de España otorga cierta legitimidad al estatus legal de La Roca. Porque no nos engañemos: asistir a una reunión a tres bandas entre Inglaterra, España y Gibraltar otorga cierta subjetividad jurídica a esta pequeña península al sur de nuestro país. También es cierto que ese reconocimiento es más simbólico que otra cosa, ya que ni España ha renunciado a sus históricas reivindicaciones ni las Naciones Unidas han borrado su nombre de la lista de territorios pendientes de descolonización. En todo caso, es una foto muy desafortunada la del Ministro junto a la verja y creo que va a perjudicar las legítimas aspiraciones españolas sobre el territorio.
Como siempre que sale el "asunto Gibraltar", no faltan los que aseguran que la solución al litigio es otorgar la autodeterminación a la ciudad mediante referéndum. Por supuesto, no es una solución que contemple el Tratado de Utretch, ya que Gibraltar es parte de España cedida a Reino Unido por motivos geopolíticos muy concretos; vigentes hace trescientos años y no hoy. También están los típicos que piensan que las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla tienen un régimen parecido al de Gibraltar, cuando lo único que tienen en común es que son enclaves que geográficamente (y sólo geográficamente) no corresponden al Estado al que pertenecen.
Gibraltar era una ciudad española cuando España ya era un Estado moderno consolidado, al igual que Ceuta -española desde que Portugal y España eran uno- y Melilla, que ya pertenecía a la Corona de Castilla cuando España no estaba ni en proyecto (ni mucho menos el Reino de Marruecos, que sólo existe desde 1956).
También podríamos extendernos mucho sobre qué ofrecen Ceuta, Melilla y Gibraltar a los Estados que las reclaman para sí, pero es un debate que no influye nada en la legitimidad del estatus jurídico que tienen las ciudades. En pocas palabras: Gibraltar ofrece un paraíso fiscal que compite deslealmente con la castigada economía gaditana, un sumidero para que desahoguen petroleros de todo el mundo, un taller para reparar submarinos nucleares y las tasas de CO2 por habitante más altas del planeta. Ceuta y Melilla son una atalaya de Europa en Marruecos, una puerta de entrada al Primer Mundo -lamentablemente, de difícil apertura- y un foco de riqueza para las depauperadas poblaciones norteafricanas.
Como muchas cuestiones esenciales para la identidad de España, este debate está históricamente tresgiversado por la lacra franquista, que hizo suyo este símbolo y lo secuestró para siempre. Como muchos otros asuntos, hay que afrontar el debate con serenidad, valorando hasta qué punto tiene sentido esa frontera hoy en día y cual es el "hecho diferencial" de los gibraltareños (aparte de que no quieren ser españoles para así evadir impuestos). Como aún no se ha producido ese debate, hoy como ayer Gibraltar sigue siendo una piedra en el zapato de España.

2 comentarios:

Arouet dijo...

A mí es que Gibraltar me pilla un poco lejos... pero bueno tranquilo. Cuando vuelva el PP al poder, volverá Trillo y con él espléndidas aventuras imperialistas en el norte de África. Y recuerda el chiste: "¿Sabéis en qué se diferencian los gibraltareños de los monos de Gibraltar? En que los monos no tienen acento andaluz".

Un abrazo y viva España sin piedras ni peñones. Hay que integrar a Portugal (por las toallas, el bacalao y los fados)

Daniel dijo...

Cuando vuelva el PP todo seguirá igual... Trillo y su "gallardía hispánica" no se atreven contra los hijos de la Gran Bretaña. Si no, recuerda la valentía del PP cuando el Tireless.