domingo, 25 de noviembre de 2007

A vueltas con el 20-N

Después de lo que viví en la tarde de ayer en la Plaza de Legazpi (Madrid) se me había ocurrido plantar aquí una reflexión acerca de la actuación de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, sobre todo cuando deciden responder indiscriminadamente con golpes hacia los ciudadanos que les pagan el sueldo. Pero como creo que es mucho más constructivo expresar este tipo de cosas desde la razón y no desde el corazón, esperaré unas semanas a calmar mi temple antes de cargar contra "los hombres de Paco" (con palabras, como hacemos las personas civilizadas, y no con porras y pelotas de goma).
Estamos ya dejando el mes de noviembre, y con ello la efeméride del 20-N que tanto da que hablar. Como ya se sabe, esta es una fecha muy simbólica para la derecha puesto que se cumple el aniversario de la muerte de sus dos personalidades más significativas: José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco. No obstante, el 20-N también murió alguien que a menudo se olvida a la hora de valorar el significado de esta fecha, tal y como solía decir un profesor de historia que tuve en la facultad.
El 20 de noviembre de 1936 -mientras Jose Antonio Primo de Rivera era ejecutado en Alicante por mandato de un comité popular republicano- en el frente de Madrid caía Buenaventura Durruti, herido accidentalmente por su propio "naranjero", según la mayoría de los testimonios de la época. Las semejanzas entre Buenaventura y José Antonio van más allá de la coincidencia de su muerte: en ambos casos representaban ideologías revolucionarias (anarcosindicalismo y nacionalsindicalismo), que no encajaban del todo con las motivaciones de sus respectivos bandos en la Guerra Civil. Otra coincidencia fue que ninguno de los dos creía realmente en esa guerra en la que participaban: Durruti consideraba que la rebelión militar que amenazaba la República era un asunto poco importante y que la primera prioridad era aprovechar la ocasión para acabar con el Estado y empezar a construir la sociedad libertaria. Por otra parte, Primo de Rivera redactó quince días antes de su muerte un manifiesto en el que exhortaba a los dos bandos beligerantes a sentarse en una mesa de diálogo para hacer de España "un país tranquilo, libre y atareado". Numerosos historiadores creen que La Falange y la CNT/FAI llegaron a materializar ese diálogo en favor de la paz, lo que también podría explicar por qué ambos grupos fueron aniquilados por los sectores más duros de su bando (hay hipótesis de que Franco intervino en el fusilamiento de José Antonio y que Durruti fue tiroteado por un agente del servicio secreto de la URSS).
La historia Durruti es la de un revolucionario anarquista que ocupó un lugar privilegiado en la "brecha" ya desde 1917. En los años 20 su nombre empezó a ser conocido en Barcelona por participar en la organización armada "Los Solidarios", junto con Ascaso y García Oliver, que se
dedicaba sobre todo a atracar y a organizar atentados contra el sindicalismo amarillo. El punto álgido de la CNT/FAI y del propio Durruti vino con el estallido de la insurrección militar de julio del 1936. En Barcelona, los anarquistas sofocaron a los militares, se hicieron rápidamente con el poder y mientras avanzaban contra los nacionales por Aragón practicaron las colectivicaciones de tierras e industrias, tal y como establecía la teoría libertaria. En noviembre de 1936, la Columna Durruti, en un gesto de sacrificio y entrega a la causa antifascista, cedió el poder que había conseguido por las armas al Gobierno de la Generalitat y se presentó en el frente de Madrid, donde una república en la que no creían se jugaba el tipo contra un ejército apoyado por los nazis alemanes y los fascistas italianos.
El final de Durruti ya es conocido, y el final de las milicias anarquistas sobrevino poco después, cuando la República se organizó y se hizo con el monopolio de las fuerzas armadas, obligando a los milicianos a disolverse y a encuadrarse en el ejército regular. Con la caída de Durruti -el último Don Quijote español- se dio por finalizado el periodo de utopía y romanticismo de los primeros meses de la guerra, dando paso a años de sangre y hambre, con cientos de miles de muertos, desaparecidos y exiliados; y con el triste epílogo de la dictadura franquista, que sumergió a este país en una larga noche de la cual aun no ha despertado del todo.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Si en la guerra civil se hubieran controlado los instintos utópicos de los anarquistas, probablemente no hubiera ganado quien ganó. Personalmente puede ser un icono, pero la historia dice que cualquier revolución postbélica hubiera sido más útil para España y sin Durruti, la guerra tendría otro desenlace

Daniel dijo...

Es posible pero, ¿crees que el gobierno de la República les habría dejado hacer la revolución social?
Yo creo que la aportación anarquista a la causa democrática durante nuestra guerra fue globalmente positiva. Sin ellos posiblemente Barcelona habría caído el 18 de julio y la zona republicana pudo haber perdido su conexión con la frontera francesa, lo que habría perjudicado el tránsito de personas y suministros.
Por otra parte, hay que ver las cosas desde la perspectiva de la Historia. En este sentido, los cenetistas contaban con la experiencia de los bolcheviques, que hicieron triunfar su revolución aprovechando la debilidad del Estado por la Primera Guerra Mundial.
De todas formas, en Historia es muy poco riguroso expresarse en condicional. Nadie sabe a ciencia cierta que HABRÍA pasado, solo se sabe lo que pasó y el resto solo son suposiciones.
Personalmente creo que la CNT se equivocó en muchas de sus actuaciones, pero no más que otros grupos del Frente Popular.

Chema Bosch dijo...

La anarquía no lleva a ningún lado, eso ya se vió en la guerra. Entre ellos se mataban por intereses, no había unidad. Eso es lo que propugna la anarquía. El hombre sin orden no funciona pues su misma estructura mental es ordenada. Todos tendemos al orden.

Jorge Castrillejo dijo...

Lo importante es superar este postfranquismo en que vivimos y crear una democracia de ciudadanos libres de verdad y dejar la Guerra Civil a los historiadores.

Daniel dijo...

A Chema Bosch:
No comparto que la estructura mental del hombre sea ordenada. Hay numerosas manifestaciones de la conducta humana que no se explican bajo criterios racionales (el gusto por las manifestaciones artísticas o el amor podrían ser buenos ejemplos). Por otra parte, la sociedad anarquista (en teoría) si se basa en un orden; un orden sin jerarquías ni autoridad, apoyado en la solidaridad.
Lo que sí es cierto es que en una sociedad sin Estado (ya sea ácrata o ultracapitalista) los individuos han demostrado ser incapaces de respetarse unos a otros y de trabajar por el interés colectivo ("solidaridad" o "mano invisible", según sea el discurso).

A Jorge Castrillejo:
Comparto parcialmente tu punto de vista. Creo que nuestra Guerra Civil y nuestra dictadura es una anomalía en la memoria colectiva de este país y que algún día habrá que dejarla atrás. Antes tenemos que relfexionarla entre todos para cerrar heridas abiertas. No comparto que haya que relegar esto a los historiadores, porque además del peligro de que sea manipulada, nuestra Historia es patrimonio de todos, más aun cuando ayuda a entender el funcionamiento de nuestro sistema actual que -no olvides- se reformó a partir del régimen anterior ya que nunca hubo ruptura.
Creo que eres nuevo por aquí; gracias por venir y aportar tu reflexión.

Chema Bosch dijo...

El arte tiene una parte racional pues lo hace un ser racional. Además por muy abstracto que sea, aquella linea no puede faltar porque deja de ser lo que es, deja de tener un orden pensado.

El amor también es ordenado. Uno ama a quién quiere. El enamoramiento puede ser desordenado pues es una pasión, un sentimiento. Muchas veces el amor requiere esfuerzo, aunque no se tengan ganas

Daniel dijo...

Aun a riesgo de caer en un debate demasiado metafísico, creo que para yo aceptar el planteamiento de que el arte es racional porque lo hacen seres racionales tendría que partir del principio de que las personas son racionales, cosa que no creo (y precisamente el arte es una de las manifestaciones con las que intento demostrar lo que digo). Hay numerosas formas artísticas (no sólo pintura) que se basan en el caos y en la irracionalidad. Por ejemplo, no creo que en una vida entera te pudiera dar tiempo de ver el más mínimo atisbo de razón en 'Trilce', de César Vallejo.
Sobre el amor, es muy difícil poner ejemplos pues corresponde a la esfera privada de las personas. A grandes rasgos, si el amor respondiera a una lógica racional siempre nos enamoraríamos de la persona más conveniente para nosotros (la persona más buena, más lista, más guapa... según el criterio de optimización de cada uno). La experiencia dice que muchas veces nos enamoramos de la persona que menos se ajusta a estos "criterios racionales de enamoramiento", y esto se debe a que en lo más profundo y atávico de nuestra existencia las motivaciones son de lo más irracional.
No comparto eso de que "uno ama a quien quiere", que es una afirmación muy lógica y racional. Lamentablemente uno no elige de quien se va a enamorar, de la misma forma que uno no elige su orientación sexual. El caos (o Dios, según las creencias de cada uno) es quien decide estas cosas por nosotros.

(P.D: Mil disculpas por el peñazo)

daniel dijo...

Ánimo caña y a por la tercera.