domingo, 20 de abril de 2008

En defensa de la III República

El pasado lunes, 14 de abril, se cumplió una efeméride muy especial que fue la proclamación en España la II República. España entonces salía de una dictadura, representada por la institución monárquica, y por primera vez desde el Sexenio Democrático empezaba a tomar las riendas de su propia historia. “Ahora es el turno del pueblo”, ese era el sentimiento más generalizado entre la población. Masas de trabajadores, estudiantes, intelectuales… los represaliados por la dictadura, los que tradicionalmente se mantuvieron marginados de la vida política española irrumpieron de la noche a la mañana en las páginas de la historia; eso sí, de la forma más ejemplar y civilizada: sin emplear en absoluto la violencia. Desde los socialistas republicanos a los liberales krausistas (no confundir con los falsos liberales de hoy), todos trabajaron por una España mejor.

Sería repetitivo repasar por qué fracasó la república. Como un número de militares sediciosos, aliados con la derecha más feroz y antidemocrática, reventaron el derecho de ciudadanía de todo un pueblo para sumergir a este país en uno de los periodos más oscuros y humillantes de su historia.

Hoy por hoy, con la monarquía demócrata que disfrutamos -por la Gracia de Franco- existen personas que todavía nos vilipendian por reivindicar la Tercera. Tenemos los ejemplos recientes de "todólogos" de esos que protagonizan los debates de televisión, que se atreven a calificar como “anacrónicas” las posiciones republicanas; por no hablar de quienes obsequian a los telespectadores con soflamas revisionistas, la última moda de la derechona, que ahora también pretende imitar la "izquierda", banalizando este periodo de la historia.

Resulta lamentable que todavía hoy haya quien trata de justificar la sublevación militar contra la república, y poner al mismo nivel a los represores y a los reprimidos (cuando no despreciar directamente a estos últimos). Resulta lamentable que algunos se empeñen en disfrazar la historiografía franquista de toda la vida (vendiéndola como algo nuevo), pero sin decir ni pío sobre los crímenes de la dictadura. Y desde luego, es cuanto menos contradictorio llamar “anacrónica” a la experiencia republicana.

Anacrónico podría resultar que todavía hoy existan calles y plazas con nombres de fascistas, o que aun se enseñe religión en las escuelas como una asignatura más (eso no sucede en Francia ni en los colegios religiosos). Pero más evidente: ¿Puede existir algo más anacrónico que la designación familiar y con carácter vitalicio del jefe del Estado?

El 14 de abril fue la expresión de una voluntad de cambio, y eso es precisamente lo que se debe resucitar hoy. Entonces se pretendía salir de aquella sociedad gazmoña, beata y decadente, se pretendía dejar atrás la incultura y el atraso de España y llevar a cabo el proyecto regeneracionista. Hoy sigue siendo necesario el cambio.

Ya no hay crisis finisecular ni dictadura primorriverista; pero si existe un estado autonómico imperfectamente construido. Tampoco existe la amenaza fascista, pero si un avance peligroso del neoliberalismo, que amenaza nuestra frágil democracia y nuestro débil Estado Social de derecho. En definitiva, existe una sociedad cada vez más hastiada de la política y del sistema, que exige en silencio entrar definitivamente en la historia.

España mañana será republicana, es indudable. Cuando España viva su nueva primavera de los pueblos, cuando la sociedad afronte la tarea de regeneracionismo con la Tercera República, nos encontraremos con las mismas piedras que se encontraron otros entonces. Pero hemos aprendido; podremos apartar las piedras a la cuneta, de la cual habremos rescatado previamente la memoria. Sin obstáculos, avanzaremos unidos por el camino del progreso.

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